Una de las características de las emociones es que en ocasiones las vivimos como automáticas e incontrolables. Esto puede hacer que olvidemos nuestros objetivos así como provocar comportamientos impulsivos y poco razonados, disminuyendo nuestro control emocional sobre la situación y sobre nosotros mismos.
Hay que expresar los sentimientos, pero en el modo y medida apropiadas, en momentos oportunos, con las personas que proceda y en determinadas circunstancias. No siempre y por sistema.
Los sentimientos son para, en primer lugar, experimentarlos, tener esa vivencia y después expresarlos cuando proceda. Guardarlos para uno mismo no siempre es algo insano. Tan mala puede ser su represión si es excesiva, como su exteriorización caprichosa y espontánea. Una cosa es ser incapaz de expresar las emociones y otra ser emocionalmente incontinente.